viernes, 22 de septiembre de 2017

La película de la guerra de Colombia

Tres documentales muestran distintas versiones del proceso de paz que terminó con medio siglo de conflicto armado en el país



Por Ana Marcos
El País

La presidencia de Donald Trump, los atentados de ISIS en Europa, las catástrofes naturales,... La actualidad informativa le ha reservado solo un minuto de gloria al final de medio siglo de guerra en Colombia. El cine intenta saldar la deuda con tres documentales, en apenas seis meses, sobre el proceso de paz que desarmó a las FARC, la guerrilla más potente y antigua de América Latina.

La periodista colombiana Natalia Orozco fue la primera en presentar su relato sobre los cuatro años de diálogo en La Habana que culminaron en la firma final del Teatro Colón de Bogotá el pasado noviembre. El silencio de los fusiles se presentó en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias. A la proyección acudieron el presidente Juan Manuel Santos, el jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, y altos miembros de la ya exinsurgencia. Fue en marzo, meses antes de que todas las armas de las FARC estuvieran en manos de la ONU. Una suerte de ejercicio previo de reconciliación ante la pantalla grande que les devolvía el reflejo de los peores momentos de la negociación.

"Me interesaba retratar el lado más íntimo de ambos bandos. No juzgar, pero tampoco justificar las acciones de ninguno de ellos. Para mí es tan culpable la guerrilla que secuestraba y mutilaba como el Ejército que mató a civiles [se refiere al escándalo de los 'falsos positivos', campesinos asesinados que hicieron pasar por guerrilleros para cobrar recompensas] y los políticos que robaron plata", dijo la directora en una entrevista en el diario El Mundo.

Orozco consiguió un acceso privilegiado al Gobierno y a las FARC. Marc Silver, autor de To end a war, otra de las películas sobre el proceso que se estrena este fin de semana en las salas colombianas, abrió unas cuantas puertas más. El cineasta londinense no da muchas pistas de cómo consiguió meterse en el coche blindado de Santos. "Fue un gran trabajo del equipo de producción", cuenta durante su visita a Bogotá. El documental cuenta con el apoyo de la productora colombiana Miracol Media y Univision Story House.



Para ganarse a las FARC y conseguir que, mientras 900 periodistas batallaban por una declaración en la X Conferencia de la guerrilla (la última en armas, el pasado septiembre en los Llanos del Yarí), su equipo tuviera acceso ilimitado, la tarea fue más tediosa. Silver les mostró uno de sus trabajos, 3 1/2 minutos, 10 balas, sobre los disturbios raciales en Estados Unidos. Suficiente.

"No quería hacer una película de datos y entrevistas, sospechaba que otra gente estaba haciendo eso", relata. Su aproximación al conflicto es más artística desde el punto de vista técnico, sin olvidar los hechos. Para explicar la complejidad de la guerra y el proceso a todos los públicos, no solo al colombiano, encontraron un mediador para transmitir información precisa: el periodista Jorge Enrique Botero, uno de los mayores expertos en el conflicto armado. Pero también uno de los principales objetivos de ese sector que se ha opuesto a la negociación desde sus inicios. Botero y terrorista se convirtieron en sinónimos durante demasiado tiempo en Colombia. "No solo es un reportero, su historia se desarrolla de manera paralela a la del país", apunta el director. Una de las mujeres del informador fue desaparecida.

El único que falta en To end a war es el expresidente Álvaro Uribe, principal opositor al proceso de paz con las FARC. "Es una pena, soy consciente de que falta una parte de la historia, sobre todo teniendo en cuenta la importancia del resultado del plebiscito", reconoce Silver. "Pero nos puso una condición imposible: no podíamos editar su parte".

La tercera propuesta es de la también reportera colombiana Margarita Martínez Escallón. Rostros de paz se ha convertido en la versión oficial del Gobierno. El propio presidente convocó a un pase especial en un teatro de Bogotá. Los protagonistas son los mismos, los escenarios en La Habana y Colombia se repiten, pero el relato de Santos y su equipo prima sobre el de los guerrilleros y el de la oposición.

viernes, 6 de enero de 2017

“Filmé a Marulanda en plena guerra”

Recuerdo inédito de Pepe Sánchez sobre su intervención en el filme “Riochiquito”. Sánchez, reconocido director, actor y guionista, murió el pasado 22 de diciembre a los 82 años



Por Roberto Romero Ospina

“Hubo un momento, en medio de la candela, que los franceses quisieron meterse para filmar algunas escenas de guerra siguiendo una trocha, y nos encontramos con Manuel Marulanda diciéndonos: ‘para qué se van a meter por allí, si esos tiros salen de matorrales y no se ve nada y después, si les pasa algo, me los van a cobrar a mí’”. Así inició Pepe Sánchez su relato para una entrevista que solo ahora se conoce.

Fue la primera vez en su largo recorrido de cineasta, actor y director de televisión, que Pepe Sánchez reveló su experiencia como asistente de uno de los documentales históricos de la resistencia campesina que se fraguó en 1964 tras la ofensiva militar a la región de Marquetalia, que desencadenó la guerra de medio siglo con las FARC que ahora está culminando con la paz negociada.


Días antes de cumplirse 50 años de la ofensiva, Pepe Sánchez compartió detalles de su participación en la filmación de Riochiquito. En el Café de la Memoria, envuelto en una gruesa bufanda gris y cachucha de marino, también contó pasajes decisivos de su vida que revelan su compromiso social, que poco o nada reflejan los balances mediáticos que lo enmarcaron como un inofensivo hombre de la farándula.

Sin embargo, él participó en las jornadas estudiantiles del 8 y 9 de junio de 1954 como alumno de Derecho de la Universidad Externado y fue testigo de la matanza estudiantil perpetrada durante el régimen de Rojas Pinilla. Cuando Guillermo León Valencia comenzó a preparar “su ofensiva contra las llamadas repúblicas independientes del sur del Tolima en Marquetalia y Riochiquito, él ya sabía de televisión y cine.

Tanto él como su familia eran amigos del dirigente comunista Diego Montaña Cuéllar, en cuya casa “se hablaba de marxismo y se echaban tragos”. Fue él quien le propuso hacer un documental de esas regiones campesinas. “Diego me dijo que hiciera una lista de lo que se necesitaba. Incluí una cámara, equipos de sonido y luces. Eso quedó en manos del partido, pero el trámite se demoró mucho”, recordó Pepe.

La guerra estalló en Marquetalia en 1964 y el proyecto de Pepe Sánchez tuvo un giro inesperado. “Montaña me llamó a comienzos de 1965 y preguntó si seguía interesado en la idea de filmar. Ante mi respuesta, ‘yo encantado’, me contó que iban a llegar dos cineastas franceses enviados por el documentalista holandés Joris Ivens”, en su momento conocido como el “Holandés errante”.

Los elegidos fueron el camarógrafo Jean Pierre Sargent y el director Bruno Muel. El papel de Pepe Sánchez fue ser consejero y traductor, aunque a veces metía la cucharada dando ideas para el filme. “Duramos diez días en llegar a Riochiquito, a donde se habían desplazado los campesinos de Marquetalia. Allá estaba el Estado Mayor Central de las nacientes guerrillas que se convertirían en las FARC”.

“Pasamos un puesto lleno de militares a quienes mostramos credenciales que había conseguido. Entramos como documentalistas para realizar un supuesto trabajo sobre las aves de la selva y los indígenas paeces, pero en verdad entrevistamos a Jacobo Arenas, quien apareció en la cinta haciendo arengas; a Manuel Marulanda y al joven revolucionario Hernando González, a quien conocía desde mi época universitaria en Bogotá”, contó Pepe Sánchez.

En su memoria quedó la imagen de Manuel Marulanda como “el más callado de todos, de gran sencillez”, y también la referencia del momento de cruzar de nuevo el puesto militar, esta vez a caballo, aprovechando una tregua entre los dos bandos. La filmación se convirtió en un documento histórico sobre la etapa de creación del movimiento de autodefensa campesina y la resistencia de Marquetalia.

“De Marulanda recuerdo su olfato de estratega guerrillero. Un día, antes del alba, comentó seguro: ‘a las 8 desayunamos y de inmediato vamos a las trincheras, pues no demoran en bombardearnos’. Así fue. Todo quedó registrado en las cámaras. Después dijo: ‘Vamos a almorzar, que esos vuelven a las dos’. La andanada de metralla y fuego terminó a las cinco de la tarde”.

En veinte minutos, quedaron para la posteridad escenas de ranchos quemados, vuelos rasantes de la aviación militar, éxodo campesino, arengas de Marulanda o de Jacobo Arenas y decenas de hombres con el fusil al hombro emprendiendo una lucha que marcó medio siglo de historia. Al final del documental, en la banda sonora quedaron retumbando ecos de música indígena.



“El material fue editado en París con locución de Alberto Rojas Puyo. Yo quise filmar más el lado humano de la tragedia, pero los franceses le dieron más fuerza a la parte política”, recalcó Pepe Sánchez, quien después detalló la odisea de la salida. “Fueron quince largos días de marcha. Nos condujo el comandante Hernando González, pero a su regreso se equivocó, tomó la misma trocha y lo emboscaron”.

A Sánchez le tocó subir picos altos del Cauca y descender a las llanuras ardientes del Tolima para ponerse a salvo y resguardar el material fílmico. “Como sabían que habíamos estado con los guerrilleros, la orden militar fue disparar sin contemplaciones. Pasamos días sin alimento, comiendo almendras de monte, hasta que otro grupo nos recibió con provisiones y pudo llevarnos hasta las goteras de Bogotá”.

Los cineastas franceses fueron detenidos a su regreso y en menos de 24 horas expulsados de Colombia. Sánchez quedó a cargo de los rollos y preservó el material, que en menos de dos meses se dio a conocer al mundo. En el filme se ve a Marulanda escribiendo a máquina. Sánchez aportó su evocación: “Escribía todas las mañanas una bitácora de los sucesos, que luego revisaba Jacobo Arenas, quien tachaba algunas cosas”.

Pepe Sánchez nunca apareció en los créditos del documental Riochiquito, lo cual no impidió que lo investigaran. “Me buscaron y el conocido abogado Rafael Poveda, mi apoderado, me aconsejó que me presentara ante el juez Muñoz Martínez, un conservador que hizo especialización en interrogatorios en la España franquista. Fue difícil, pero yo me sentía orgulloso”.

Fue a tres diligencias y en la última se enteró de que las autorizaciones para entrar a la zona habían desaparecido del expediente. “Ante esa circunstancia, Poveda y mi familia me dieron una orden: piérdase de inmediato. Me refugié en Chile, allí pasé cuatro años y trabajé como asistente de Miguel Littin en su  película El Chacal de Nahueltoro. A pocos meses para el golpe de Pinochet, regresé a Colombia”.

Se unió a un grupo de cine político que encabezaba Carlos Álvarez y con él hizo documentales que mostró en barriadas populares, sindicatos y movimientos estudiantiles. A veces lo acompañaron su hermano Carlos Sánchez o su amiga Gabriela Samper. Es decir, Pepe Sánchez fue gestor de una línea de dramaturgia comprometida, con una razón adicional: hace más de medio siglo fue testigo de los orígenes de la guerra en Riochiquito.